La Inquisición
El sentido estricto del término “inquisición” equivale a investigación. Los prejuicios acumulados a través del tiempo sobre esta institución han servido para desorientar a generaciones de todas las tendencias intelectuales, asociando su nombre con el de la Iglesia Católica, sobre todo la española y haciéndola símbolo de crueldad e intolerancia.
La Inquisición fue inicialmente una institución judicial de la Iglesia Católica establecida en la baja edad media para combatir la idolatría, la herejía y otras prácticas contra la fe y mantener la unidad cristiana. Sus jueces o inquisidores actuaban en la investigación de estos delitos. Esta institución de la Iglesia fue creada en 1184 en la zona de Languedoc, en el sur de Francia para combatir la herejía de los cátaros o albigenses.
Hasta 1230, se conocía oficialmente como “Inquisición episcopal” porque no dependía de una autoridad central sino administrada por obispos y clérigos locales. En 1231, ante el fracaso de la Inquisición episcopal, el Pontífice Gregorio IX creó mediante una bula Excommunicamus la “Inquisición pontificia”, dirigida directamente desde el Vaticano en Roma y dominada por órdenes de los dominicos. Ya para 1249, se implantó también en el reino de Aragón, (en lo que hoy conocemos como España).
La Inquisición medieval
Durante la dominación de los papados, el régimen de la cristiandad había fundido en un sólo bloque la religión, la cultura y el poder civil. Dos grandes movimientos de la época ilustran esta dominación: las cruzadas y las universidades. Poco después, en sintonía con la ominipresencia de lo religoso en la vida del hombre medieval, surgieron cuestionamientos sociales expresados mediante argumentos religiosos. Estos cuestionamientos fueron vistos como una amenaza contra la sociedad. Por considerar estos cuestionamientos como heréticos, siguiendo la legislación cesarista, se organizó una represión contras las mismas en casi toda Europa. Catalogada de doctrina anárquica y antisocial, la herejía, se reprimió partiendo de las leyes penales seculares ya establecidas. La Iglesia colaboró con los poderes públicos.
El acontecimiento crucial que daría paso a la Inquisición tuvo lugar en el sur de Francia, en Provenza, zona que gozaba de autonomía y de cultura propia. El conde Raimundo VI de Tolosa quiso la expansión de la secta de los cátaros, conocidos también como albigenses, ya que su centro estaba en la ciudad de Albi, cuyo ascetismo y espiritualismo rechazaba los sacramentos como algo material. No obstante, el espíritu disgregante y la ola heterodoxa de los albigenses evidenció la exigencia de la intervención de la Iglesia, destacándose en estas actividades el papa Inocencio III. Los poderes civiles fueron sustituidos por la acción directa de los legados papales, designados especialmente para dirigir la lucha contra los albigenses. El papa Inocencio III, envió numerosos monjes cistercienses a predicar en aquella región, pero la crisis se agudizó con el asesinato del legado pontificio, Pedro de Castelnau, en 1208. El conde Raimundo, sospechoso de complicidad, fue excomulgado.
Aun así, los cátaros o albigenses, continuaron su expansión. El papa decidió organizar una cruzada contra ellos, la cual fue aprovechada por los nobles del norte de Francia, para someter Provenza al reino de Francia. El hecho determinó la lucha sangrienta en los campos de Francia hasta el Tratado de 1229.